Copacabana
Lo que aquí ven no es ni una introducción siquiera, sino
un fragmento de una, a un poema que quise escribir
inspirado en la canción homónima de Barry Manilow.
Considero altamente improbable que jamás lo continúe.
Era tarde por la noche
en las calles de Madrid,
se libraba grande lid
entre un camión y un coche.
Hacía frío en la calle
puesto que era San Benigno,
pero el viento era maligno
que corría por el valle.
Y la luna se veía
gobernando el negro cielo
mientras un señor sin pelo
recorría la Gran Vía.
Grandes luces de neón
alumbraban toda entera
la ancha, larga y gris acera
anunciando la función:
Espectáculo divino
anunciaba don Quiroga
celebrar en Pasapoga
en color azul marino.
Millonario era el magnate
don Augusto de Quiroga
que, vistiendo blanca toga,
festejaba en su gran yate.
De linaje madrileño,
siempre hablaba bien contento
con un inventado acento
que fingía caribeño.
Propietario de la sala
era Augusto de Quiroga
a que llamó Pasapoga
a sugerencia de Ayala.
[...]
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