Soneto hijo III
Y se esfume el rumor de la alborada,
y se esparzan los astros de los cielos,
y se cubran los rostros con los velos
que les preste Selene a su pasada.
Y se aparten de mí y de mi mirada
don Lorenzo y sus lúcidos anhelos,
y que venga hacia mí junto a sus hielos
la vesania de Bóreas intocada.
La glacial oscurana me rodea
y susurra en mi mente mientras versa,
en undécimos versa y me tutea:
"aseméjate, cuervo, a mi conversa,
pues los versos serán tu panacea,
y tu serás su cura, y viceversa."
Comentarios
Publicar un comentario