Anhelos de una Arcadia lejana
A las rosas, heraldas del amor;
a los lirios, insignias del poder;
al clavel, tú que encarnas el querer;
a los cardos, heraldos del dolor;
a la hierba de vívido color;
a las hojas que vuelven a nacer;
a las hojas que esquivan su caer
y a la aún innombrada, a esa flor:
Mataría por veros, mis amores;
por ver vuestros colores y entenderos,
pero no hay muchas flores ni senderos
ni verdes paraderos ni esplendores
donde yo; yermos fueros, sinsabores
son mis alrededores por no haberos.
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