El señor del tiempo
¿¡Qué me importan los relojes y sus aspas!?
¡No me mandan!
Que el señor de mi destino
no ha de ser sino yo mismo,
y es por eso
que, enfrentado a la razón, haré que el tiempo
vaya al ritmo de mi gana.
Yo seré de las arenas el monarca,
de las aguas el rector
y del Sol
dictaré tanto el momento como el rumbo.
Y seré un señor injusto
que a su propia voluntad doblegará
las costumbres de las horas sin piedad:
las haré durar centurias
o segundos, si en tal modo más me gustan
y los días
causaré que no se extingan
por milenios, ¡hasta eones!
o haré noche
sin haber dado a la luz más que un minuto
de existencia en este mundo.
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